
¿Qué son las emociones?
Te propongo un ejercicio simple. Me gustaría que dedicaras unos minutos a pensar ¿qué son las emociones? Si tienes papel y lápiz te animo a escribir todo aquello que te sugiera esta cuestión que te planteo antes de seguir leyendo este artículo.
Ante esta pregunta seguro que a la mayoría de nosotros nos ha resultado muy difícil poder encontrar una definición concreta. Esto pasa principalmente por dos motivos: el primero, es porque la emoción constituye un proceso complejo. Tan complejo, que Aristóteles ya hacía referencia a ello cuando expresaba “Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta sencillo”. El segundo motivo se debe a que el concepto de emoción ha evolucionado a lo largo de la historia en función de las teorías, culturas y paradigmas dominantes en cada época -donde hay que decir que la emoción no siempre ha salido bien parada- (Lizeretti, 2012).
Tal y como recojo en mi libro Terapia Basada en Inteligencia Emocional, podemos definir el concepto de emoción a partir de las siguientes premisas:
- La emoción es un proceso complejo
Volviendo al ejercicio que te he propuesto al inicio, me gustaría ahora que dedicaras unos instantes en analizar diferentes experiencias que has tenido en la vida. ¿Ha habido alguna dónde la emoción no estuviera presente? No, ¿Verdad? Esto se debe a que todas las experiencias humanas implican un proceso emocional que tienen un inicio y un final. Por ejemplo, toda nuestra vida desde que nacemos hasta que morimos constituiría un gran proceso emocional, o dicho de otro modo un macroproceso. Pero también constituye un proceso tener hambre y comer, en este caso se trataría de un microproceso. Por lo tanto, podemos argumentar que las emociones constituyen un proceso que es complejo y diverso.
- La emoción resulta de la interacción de la persona con el entorno
Teniendo en cuenta que las emociones están implicadas en todo lo que nos acontece en esta vida, puede resultar interesante conocerlas un poco más. Como hemos dicho antes las emociones constituyen un proceso. El proceso emocional es multidimensional y episódico, implica lo que en psicología se conoce por tríada reactiva (Lang, 1968; Scherer, 1984) que supone: activación fisiológica, conducta expresiva y sentimientos subjetivos. También es multidimensional porque en el proceso emocional participan todas las dimensiones de la personalidad: corporal, cognitiva, afectiva, creativa, relacional, existencial, ética, etc. Lo que hace de las emociones el principal sistema de integración de nuestra personalidad. Es episódico ya que se da de forma fásica –por fases- y pasajera –no duran siempre, son momentáneas o temporales- a través de ciclos de experiencia que tienen principio y fin.
- El proceso emocional es dinámico: ¿Por qué nos emocionamos?
Imagínate por un momento que nuestra energía fluye por nuestro cuerpo como si se tratara de agua viajando por unos canales de forma fluida y tranquila. Pero en un momento dado, un obstáculo aparece produciendo una obstrucción en este flujo de agua o energía, lo que provoca dificultades para que pueda seguir circulando de una forma adecuada. El agua permanecerá estancada como a la espera para poder volver a fluir hacia un estado de equilibrio…
La emoción puede venir provocada por estímulos internos o externos. Cualquier sensación física o cualquier estímulo externo como un ruido, una mirada, un objeto, un olor… puede desencadenar en nosotros un proceso emocional. Hay estímulos que como un fuerte estruendo o el dolor son susceptibles de generar en la mayoría de personas una emoción, en cambio otros estímulos como una obra de arte o determinados animales dependen de la sensibilidad de cada persona en particular hacia ese estímulo.
Tienes que saber que existe una tendencia natural en todos los seres vivos hacia el equilibrio. Durante las fases del proceso emocional llevamos a cabo la evaluación y valoración de la capacidad del estímulo para provocar un desequilibrio en nuestro organismo. Por ejemplo, poniendo la situación anterior, cada vez que tenemos hambre nuestro cuerpo entra en un estado de desequilibrio experimentando una sensación desagradable que solo será satisfecha cuando saciemos esta necesidad (el hambre). Es decir, comiendo, y volviendo otra vez al estado de satisfacción que nos lleva al equilibrio.
Así vemos que son las emociones las que nos permiten detectar de forma específica los estímulos que ponen en juego nuestro estado de equilibrio dejándonos en un estado de necesidad. Entonces, podemos decir que las emociones actúan como si fueran sensores de alarma, indicándonos la naturaleza y cualidad del estímulo, y orientándonos hacia aquello que debemos hacer para volver al estado de equilibrio original. Por esto dan lugar a respuestas subjetivas íntimamente relacionadas con el equilibrio o adaptación al medio y constituyen nuestro principal sistema de evolución y adaptación.
Cuando hablamos de emociones un aspecto muy importante es diferenciar entre: reacción emocional, experiencia emocional y expresión emocional.
– La reacción emocional hace referencia a la reactividad de nuestro organismo a nivel físico, cognitivo y conductual sobre el que no tenemos prácticamente ningún control. Simplemente nuestro cuerpo reacciona; aumenta nuestra frecuencia cardiaca, nos sudan las manos, nos saltan las lágrimas, se nos escapa una sonrisa o soltamos una carcajada, etc. Estas reacciones tienen un patrón específico en cada una de las emociones básicas para las que nacemos genéticamente programados. Nadie nos enseña a tener miedo o a ponernos tristes.
– La experiencia emocional está relacionada con la vivencia consciente y subjetiva de la emoción, el sentimiento. Implica la valoración consciente o semi-consciente que hacemos de los cambios internos, situacionales o contextuales que se producen durante el proceso emocional. Con frecuencia esta valoración puede estar influida por nuestras vivencias previas, o memoria emocional. El sentimiento, por tanto, consiste en una experiencia accesible a la conciencia, a la que se le puede prestar atención, comprender y dar sentido a través de la inteligencia emocional. Sin embargo, lo más importante de todo es que tenemos que tener en cuenta que la experiencia emocional sólo es auténtica cuando es coherente con el estímulo que la desencadena. Es decir si tenemos un sentimiento de miedo en una situación en la que deberíamos sentir enfado, la experiencia emocional no es auténtica. Por tanto, no podremos satisfacer la necesidad que desencadenó el proceso emocional y permaneceremos en un estado de insatisfacción o malestar.
– La expresión emocional se manifiesta a partir de conductas complejas en las que tiene un papel fundamental la motivación. Es en la expresión emocional que vemos claramente que la motivación forma parte del proceso emocional y actúa orientando nuestras conductas hacia una finalidad o meta relacionada con nuestras necesidades básicas. Todo lo que hacemos –incluso el más absurdo de los actos humanos- se da por algún motivo y por tanto debido a una emoción. Técnicamente en la expresión emocional se añaden a la tríada reactiva –sobre la que no tenemos control-, el sentimiento subjetivo (la experiencia consciente), la tendencia a la acción (la motivación), los impulsos propios de cada emoción -orientados a la satisfacción de necesidades básicas- y la valoración consciente que hacemos del estímulo -muy influida por la educación y la cultura- lo que provoca conductas intencionadas. La expresión hace referencia a la comunicación y exteriorización de la emoción a través de conductas, expresiones faciales, procesos de comunicación verbal y no verbal, etc. que dan salida a la energía generada durante el proceso emocional y que, cuando gestionamos adecuadamente, nos permiten volver al estado de equilibrio.
Tal y como explicamos en el artículo emociones prohibidas, la dinámica emocional funciona de la siguiente manera: un estímulo provoca en la persona una sensación agradable o desagradable dejándola en un estado de desequilibrio. En función del tipo de estímulo, se desencadena una de las emociones básicas (Alegria, Tristeza, Rabia o Miedo) lo que provoca determinadas conductas orientadas hacia metas específicas. Si la expresión de la emoción es coherente con la experiencia, la persona podrá alcanzar las metas y cerrar el proceso emocional, llegando al estado de equilibrio. Por el contrario, si la expresion emocional no concuerda con la experiencia emocional, la energía emocional queda bloqueada, dispersa o distorsionada, generando un estado de malestar a largo plazo.
Cuando experimentamos bienestar auténtico, cuando nos sentimos bien con nosotros mismos es un indicador de que hemos alcanzado el equilibrio. Pero es importante tener en cuenta de que el bienestar al que hacemos refencia no es el que pueda generar una actitud cómoda o hedonista, sino el que genera una actitud de búsqueda activa del equilibrio funcional y adaptativo, y que permite nuestro desarrollo y crecimiento.
Como vemos la emoción puede entenderse como un proceso complejo conformado por una serie de fases que en cierta medida son independientes las unas de las otras. Sin embargo, la vivencia emocional debe concebirse de forma holista. Es decir, como una vivencia de naturaleza indivisible lo que en alemán se denomina gestalt (Gimeno-Bayón y Rosal, 2001). En este sentido, el proceso emocional constituye un ciclo de experiencia que genera energía vital. Por tanto, la emoción consiste en una experiencia afectiva intensa, pasajera, brusca y aguda, que nos activa tanto a nivel físico como psíquico proporcionando energía vital. Esta energía vital es la fuerza que motiva y orienta los comportamientos humanos hacia la satisfacción de nuestras necesidades básicas.
- Las emociones son anteriores a la conciencia

Será porque nos estamos dando cuenta de todo esto que en las últimas décadas las emociones han generado mucho interés tanto entre la población general como entre los científicos de distintas disciplinas. Las investigaciones realizadas demuestran lo importantes y trascendentes que son para nuestra vida. Tanto es así que hoy podemos afirmar que las emociones están fuertemente implicadas en las enfermedades psíquicas y físicas que padecemos, en los productos que consumimos, en nuestra historia social y cultural, etc. y que por tanto están presentes e influyen en todas las actividades humanas. De ahí que su abordaje en psicoterapia es ineludible y para poder hacerlo es necesario adentrarse en la dimensión afectiva de la personalidad.
Con la intención de mostrar cuán importantes son las emociones en todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida iremos publicando diferentes artículos en esta web. Iremos viendo como las emociones influyen en nuestras reacciones, en nuestra forma de pensar, en lo que nos genera interés, en nuestros recuerdos, en las decisiones que tomamos, en cómo planificamos el futuro, en nuestra relación con los otros, en nuestra forma de entender el mundo y en la forma de comportarnos en él. Veremos como las emociones “resultan críticas para establecer el sistema de valores, las convicciones y los prejuicios que guían la conducta y determinan también el comportamiento ético” (Morgado, 2006, p. 14). En definitiva, iremos mostrando y demostrando como es imposible separar las emociones de nuestra salud y nuestro bienestar psicológico, así como lo importante que es desarrollar ese tipo de inteligencia que nos permite hacer una adecuada gestión de nuestras emociones: la Inteligencia Emocional.
Dra. Nathalie P. Lizeretti
Directora de Centro de Investigación, Formación y Desarrollo de la Inteligencia Emocional CIDIE Fundación Ramon Rosal Cortés
Colegiada 14081
Bibliografia
Gimeno-Bayón, A. & Rosal, R. (2001). Psicoterapia Integradora Humanista (volumen I). Manual para el tratamiento de 33 problemas psicosensoriales, cognitivos y emocionales. Bilbao: Desclée de Brouwer.
Lang, P. (1968). Fear reduction and fear behavior: problems in treating a construct. En J.M. Shlein (Ed.), Research in Psychotherapy, II. Washington: American Psychological Association.
LeDoux, J. (1999). El cerebro emocional. Barcelona: Ariel-Planeta.
Lizeretti, N.P. (2012). Terapia basada en Inteligencia Emocional: Manual de tratamiento. Lérida: Milenio.
Morgado, I. (2006). Emocions i Intel·ligència Social. Una aliança entre els sentiments i la raó. Barcelona: Mina.
Scherer, K. (1984). On the nature and function of emotion: A component process approach. En K. Scherer & P. Ekman (Eds.), Approaches to emotion, (pp. 293-317). Hillsdale, New Jersey: Lawrence Erlbaum Associates.