
Todos hemos sufrido alguna vez en la vida ansiedad y estrés. Estos estados emocionales son cada vez más frecuentes en nuestra sociedad,
siendo algunas de las causas más frecuentes el ritmo de vida frenético o hiperactividad, las nuevas tecnologías, el no poder cumplir con las expectativas del entorno y/o la presión social. De hecho, la OMS (2017) indica que más de 260 mil personas en el mundo sufren trastornos de ansiedad, aspecto que se ha visto influido en nuestro funcionamiento social y laboral/académico afectando sobre todo en nuestra calidad de vida.Tal y como explicábamos anteriormente en el artículo ¿Sabemos que es la ansiedad?, el concepto de ansiedad se define como una respuesta de excitación o activación de nuestro organismo ante situaciones externas (un examen, una entrevista de trabajo, etc) o experiencias internas (pensamientos, sensaciones, etc.). Esta respuesta se activa ante situaciones de peligro y actúa de forma protectora. Pero a veces, esta ansiedad nos paraliza, bloquea o nos hace huir de situaciones a las que debemos hacer frente, creándonos un malestar desproporcionado y una mala gestión emocional.
En los últimos años, se ha observado la importancia de las emociones en nuestra salud. Los estudios indican que una buena Inteligencia Emocional (IE) actúa como factor de protección ante el malestar psicológico y previene diferentes formas de psicopatología. En cambio, un inadecuado o escaso desarrollo emocional puede actuar como factor de vulnerabilidad.
Podemos definir la Inteligencia Emocional como «la competencia para utilizar la sabiduría natural que nos aportan las emociones» (Lizeretti, 2009; 2012). Esta definición se enmarca dentro de los modelos de habilidad de la inteligencia emocional o también llamados del procesamiento de la información emocional. Desde estos modelos, la Inteligencia Emocional estaría constituida por diferentes habilidades que intervienen en el procesamiento de la información emocional y que se estructuran en 4 niveles de menor a mayor complejidad (Salovey y Mayer, 1997):
- Nivel 1. Identificación Emocional: La habilidad para recibir con precisión, evaluar y expresar emociones.
- Nivel 2. Facilitación Emocional: la habilidad de acceder y/o generar sentimientos cuando facilitan el pensamiento
- Nivel 3. Comprensión Emocional: habilidad de entender la emoción y el conocimiento emocional
- Nivel 4. Regulación Emocional: la habilidad de regular las emociones para fomentar el crecimiento intelectual y emocional”
Los estudios demuestran que el déficit de habilidades emocionales se relaciona con síntomas de ansiedad en población general (Extremera y Fernández-Berrocal, 2006) y en sujetos clínicos (Jacobs et al., 2008; Lizeretti & Extremera, 2011; Lizeretti, Extremera & Rodríguez, 2012) apoyando la idea de que el déficit de Inteligencia Emocional contribuye al desarrollo y mantenimiento de los trastornos de ansiedad. Por el contrario, tener una buena IE se asocia con mayor bienestar en todas las áreas de la vida y menor psicopatología. Más concretamente, los pacientes con trastorno de ansiedad prestan una excesiva atención a emociones y les cuesta comprender con claridad lo que les pasa, por lo que tienen más dificultades para reparar sus estados de ánimo (Lizeretti & Extremera, 2011).
Otro factor que también se ha visto implicado en los trastornos de ansiedad han sido las variables cognitivas, específicamente, la de los procesos metacognitivos. La metacognición hace referencia a “los procesos psicológicos que intervienen en el control, la modificación y la interpretación de los propios pensamientos” (Wells, 2000; Wells & Carter, 2001). Es decir, la metacognición tiene que ver con lo que pensamos acerca de nuestros propios pensamientos.
Por ejemplo, cuando una persona sufre ansiedad al hablar en público su respuesta (su nivel de ansiedad) no depende tanto de los estímulos que la provocan como el espacio, el número de oyentes, el contenido de la exposición… sino de las interpretaciones y los pensamientos que tiene del tipo: la gente me mirará mal, se reirán de mi, yo no sé tanto como para hacer esto, ¿y si me equivoco y me quedo en blanco?..
En este sentido, Wells (1995, 1999, 2004, 2005) desarrolla el Modelo Metacognitivo centrado en el procesamiento de la información que se basa en 3 tipos de creencias:
- Creencias positivas acerca de la preocupación (Tipo 1). Aquellas en las que creemos que la preocupación es positiva porque nos ayuda a afrontar nuestros problemas y situaciones. Este tipo de creencias son muy frecuentes. El problema se da cuando nos quedamos enganchados a estos pensamientos y ocurren de forma muy intensa, que dejamos de realizar la acción.
- Creencias negativas acerca de la preocupación (Tipo 2). En este caso la persona se preocupa por la preocupación. La percepción que tiene sobre esta creencia es negativa, y cree que no puede controlar sus pensamientos.
- Estrategias de control inútiles que nos impiden la autorregulación interna como la comprobación de comportamientos, la supresión del pensamiento, la distracción o la evitación de situaciones inquietantes (Wells 1999,2004).
Desde hace varios años, se está llevando a cabo desde nuestro centro CIDIE Fundación Ramón Rosal junto al Grupo de Trabajo de Inteligencia Emocional del Col·legi Oficial de Psicologia de Catalunya, un estudio epidemiológico que pretende observar la relación que se establece entre la ansiedad, la metacognición y la inteligencia emocional.
Para ello utilizamos 3 cuestionarios:
- STAI (Cuestionario de Ansiedad Estado-Rasgo; Spielberger, Gorsuch, & Lushene, 1970; adaptación española Departamento de I+D de TEA Ediciones, 2002) con el que evaluamos el rasgo de ansiedad.
- TMMS-24 (Trait Meta-Mood Scale; Salovey et al., 1995; adaptación española de Férnandez-Berrocal, Extremera y Ramos, 2004) que nos permite evaluar la Inteligencia Emocional Percibida a través de la Atención que prestamos a las emociones, la Claridad con la que discriminamos diferentes estados emocionales y la percepción que tenemos de nuestra capacidad de Reparación emocional.
- MCQ-30 (Metacognitions Questionnaire Short form; Wells & Cartwright-Hatton, 2004; adaptación española de Ramos-Cejudo, Salguero y Cano-Vindel, 2013) que evalúa las creencias metacongitivas: Creencias positivas; creencias negativas; confianza cognitiva; necesidad de control; autoconsicencia cognitiva
Entre muchos resultados, uno de los datos más relevantes del estudio fue observar que aproximadamente la mitad de la población sufría niveles de ansiedad clínica, un dato que nos resultó muy impactante debido al elevado número de personas que sufrían esos síntomas.
Otro dato interesante del estudio fue encontrar diferencias significativas entre hombres y mujeres, siendo las mujeres quien presentaban niveles más altos de ansiedad.
En relación con la variable de Inteligencia Emocional, vemos que las personas con un nivel más alto de ansiedad presentan menos Inteligencia Emocional Percibida. Además, pudo comprobarse que estás personas prestan más atención a sus emociones pero tienen más dificultades en identificarlas con claridad y en reparar sus estados de ánimo negativos.
En relación a la metacognición, se observa que las personas con niveles clínicos de ansiedad también presentaban más creencias negativas acerca de la incontrolabilidad del pensamiento y del peligro de preocuparse.
Estos resultados son consistentes con investigaciones previas, por lo que permiten concluir que la Inteligencia Emocional y la Metacognición son factores determinates en la presencia de la ansiedad patológica y de los Trastornos de Ansiedad.
En este sentido, para hacer un buen abordaje de los problemas de ansiedad son especialmente recomendables intervenciones psicoterapéuticas orientadas a desarrollar y gestionar las habilidades emocionales de Inteligencia Emocional.
En CIDIE Fundación Ramón Rosal somos expertos en el abordaje de los trastornos de ansiedad. Trabajamos desde un modelo propio la Terapia Basada en Inteligencia Emocional, que nos permite un abordaje holístico de este y otros problemas psicológicos. También es importante destacar que en CIDIE llevamos a cabo numerosas investigaciones científicas con el objetivo de validar empíricamente nuestras intervenciones, así como otras orientadas a prevenir los distintos trastornos psicopatológicos. Puedes encontrar algunos de estos estudios en el apartado publicaciones científicas de nuestra web.
Dada la importancia que demuestran tener las emociones en nuestra salud física y psicológica y con el fin de continuar avanzando en esta investigación “Inteligencia Emocional, Ansiedad y Metacongición”, nos gustaría contar con tu colaboración participando de forma anónima en el test que aparece a continuación: